31/3/09

Final de Practitioner Extensivo 2008 2009

El domingo pasado, en Zaratán, Valladolid, finalizamos el curso de Practitioner en PNL Remodelada del curso 2008 2009. Con un tiempo que empezó siendo casi estival para luego pasar a invernal y luego más primaveral, vivimos una experiencia creo que muy especial para todos - desde luego lo fue para mí.
Mis agradecimientos y enhorabuena a todos los que habéis participado.

Agradecimientos especiales a Pilar Mamolar por este post sobre el tema.


TRÁNSITOS Y DIRECCIONES

Por pequeño que sea, todo ciclo que termina tiene cierto sabor agridulce, sea un viaje, un buen libro, una celebración, o un curso de Practitioner. Entre el despedirme de algo y volver a estar en disposición de abrazar algo nuevo experimento cierta fragilidad, un periodo de tránsito que solicita ser atendido. Imagino que forma parte del proceso de acomodación y de cómo vas organizándote con lo vivido. Si la experiencia ha sido vivencialmente intensa, más se nota ese sentir. Es una cuestión curiosa la de los tránsitos o … transiciones. Cada uno es diferente, pero hay experiencias parecidas. Cuando venía en el tren hacia Madrid, me conecté con aquellas primeras vacaciones en mi querida Asturias: con el sabor de la sal y del arroz con leche; con los interminables días y la excitación de explorar el azul y el verde; con las ganas de conocer a otros pequeños “nativos”, tan deseosos como yo de explorar nuevos juegos, usos y costumbres. Con el final del verano y el largo viaje de vuelta en el Seat 600. En aquellos días los tránsitos eran algo más largos.
El domingo en Zaratán, después de las despedidas, subí al dormitorio para recoger la maleta. Antes de salir, me acerqué a la ventana y me quedé observando a un grupo de niños que jugaba en el mismo patio donde momentos antes trazábamos líneas de tiempo. También nosotros habitamos ese espacio.
Al finalizar el Practitioner, en esta fragilidad de ahora, me llevo conmigo esa curiosidad, ese deseo de seguir explorando en compañía. He experimentado con vosotros nuevas formas de añadir significado. Conocer, relacionarme, explorar, compartir, conseguir, moverme, disfrutar. Qué puedo decir…
…Qué me ha gustado. Me ha gustado hacerlo, la idea de hacerlo, la perspectiva de hacerlo nuevamente…
He conectado también en estos días con algunas razones que me vincularon hace años desde la pedagogía al mundo de la empresa. Inspirar, facilitar, compartir con otros, crear, aprender en el hacer, en el saber y en el ganar. Volver a jugar. La empresa, como conjunto de “nativos” con propósito, -inclúyanse CEOs, COOs, CFOs y demás oriundos del entramado empresarial- puede incorporar mucho más de esto. Quizá tendríamos que recuperar algún propósito y dirección original. Yo he conectado con algunos viejos propósitos de hacer empresa y hoy los creo más posibles.
Siento un profundo agradecimiento a todos vosotros.
Un abrazo a los nuevos Practitioner que somos !

Pilar Mamolar

18/3/09

Transportes Nelson - Un Cuento de Maite Vargas

Gracias a Maite Vargas por este cuento dedicado al grupo de Terapia y Consultoría Sistémicas 2007 - 2009

TRANSPORTES “NELSON“

A John
A Tim
Y a todo el grupo de TCS 2007-2009
con cariño y agradecimiento

Los sábados, cuando entro en la plaza que hay en uno de los accesos al pueblo encuentro a Nelson apoyado en su Stralis con caja frigorífica de color blanco. A esa hora, ya ha cargado los canales en la fábrica para inmediatamente después de comer salir para su destino. Le ayudo a limpiar el camión a cambio de unos euros.

Como siempre, cuando me ve aparecer por la plaza, me pregunta
Qué chaval, ¿ya tienes novia?

No recuerdo cómo respondí la primera vez a esa pregunta que repite cada semana. Lo que sí sé es que durante mucho sábados le contestaba, con rabia.
¡Las chicas son unas tontas!

Nelson se reía, me daba uno de los muchos trapos que traía en una bolsa junto con botes de productos de limpieza y me decía:

Dale a la rueda derecha de atrás

No me gustaba mucho ponerme a limpiar, pero la paga me venía bien para la mañana del domingo, para gastarla con los amigos después de jugar el partido de la semana. Mientras limpiábamos el camión, yo aprovechaba para preguntarle por los sitios en que había estado esa semana, pero él, de lo que más me hablaba era de las carreteras. De lo largas que son las carreteras.

¿Pero donde has estado Nelson? Le insistía

Y entonces me hablaba de cuando entraba en la nacional 623 y empezaba a divisar molinos de viento, y de cómo se entretenía en hacer averiguaciones sobre la dirección del viento, aquél orientado al norte va despacio, el orientado al este gira las aspas a toda velocidad; hasta que se daba cuenta que estaba conduciendo y se encontraba con el cartel de entrada a Llanillo que le obligaba a reducir rápidamente la velocidad en unos pocos metros. Oía acercarse a su espalda los canales de carne colgados en los ganchos de la caja y comenzaba a girar suavemente el volante para tomar la curva cerrada en la que se amontonaban la mayoría de las casas de la localidad.

No conseguía que me hablase de ciudades, de edificios acristalados que desde lejos anunciaban la proximidad de una ciudad. En una ocasión le pregunté por las carreras de camiones.

Las buenas son las de la carretera, me responde. Yo a veces me enredo en alguna. Sobre todo por la noche, cuando el paisaje parece que se hunde y no hay ninguna sombra ni a derecha ni izquierda. Voy sólo, levanto el pie del acelerador hasta casi rozarlo, cuando unas luces empiezan a reflejarse en los espejos retrovisores y se agrandan hasta que sólo son un destello que si te quedas mirando, te deslumbra. En ese momento dudo si acelerar o no y dejo que me adelante. Pero justo cuando ya sólo le queda una cuarta parte de su caja a la altura de mi cabina, cambio de marcha y acelero y durante un par de kilómetros deletreo una y otra vez su matricula, con las mandíbulas apretadas y las manos prietas al volante.

Pero ¿entonces no ganas?

Ah, bueno, ganar. A veces. Imagina que vas por una recta, sin pendientes a la vista, el camión va como la seda, decides poner un poco de música para acallar el sonido del motor, monótono y que te adormece. Estás escuchando una bonita canción, has bajado una ventanilla y estás siguiendo el ritmo golpeando suavemente los dedos en la puerta de la cabina. Te sientes el amo de la carretera, es una forma de ganar. Eso crees. Hasta que en el espejo retrovisor empieza a acercarse un Actros. Vuelvo a poner la mano sobre el volante, quito la música, subo la ventanilla y acelero. Llevo el acelerador hasta el fondo y sonrío al ver como el camión se va haciendo más pequeño en el espejo. Durante unos kilómetros sigues creyendo que estás ganando. Hasta que, y no entiendes como no lo has previsto, con la de veces que has recorrido este itinerario, la carretera empieza a ascender. Escuchas un ligero tintinear en tu espalda, el de los ganchos con los canales que resbalan hacia atrás. Sigues con el acelerador hasta el fondo, pero la aguja empieza a temblar y moverse hacia la izquierda del cuenta kilómetros. El Actros se ha pegado a la caja, su cabina ya se refleja en el retrovisor izquierdo, y al poco empieza alejarse delante.

Entonces, ¿no hay ninguna carrera en la que hayas vencido? -le pregunto, desilusionado. El me mira y sonríe. Y me habla de otras historias.

Tenías que haberla visto Esteban.

¿A quién? Pregunté, animado por la expectativa de que esta vez me contaría una historia de un lugar, o de edificios raros y altos que sólo veía por la tele o en alguna de las fotos del libro de conocimiento del medio.

Al entrar en la curva, en la primera casa a la izquierda de Llanillo, en el trozo de huerto que sólo se alcanza a ver desde la cabina de un camión, la vi. Recogía unas sábanas del tendal. Abría y cerraba los brazos, juntando las esquinas, de espalda al viento. Cuando se volvió para despejar el pelo de su cara se rió. No sé por qué, pero se rió y yo, que en ese momento giraba el volante hacia la izquierda para tomar la curva, sentí que la abrazaba.

Pero, ¿te bajaste? -le pregunté. Pero el volvió a sonreír y me contestó:

Cambia de trapo, que ese está muy sucio, y dale fuerte a los tapacubos.

El domingo jugamos contra los primeros de la liga y ganamos. Esperé toda la semana para contarle a Nelson las jugadas del partido, la carrera que había hecho con el balón desde el medio campo, yo sólo, regateando hasta que lancé un gol desde la parte izquierda del área.
.
¡Hemos ganado a los primeros de la liga!, le grité nada más entrar a la plaza.

Vaya ! Felicidades!, me dijo mientras bajaba el volumen de la radio.

Pero me dí cuenta que algo pasaba. La caja frigorífica estaba abierta. Sin ningún canal, solo ganchos colgados a las paredes y Nelson sentado en el borde, fumando un cigarro y con varias colillas en el suelo, como si fueran una alfombra.

Qué chaval, ¿tienes novia?, me preguntó con voz apagada.

Yo quise decirle que en el recreo, mientras estaba echando un partidillo, cuando fui a recoger un balón que se había ido fuera, había visto a una chica. Había varias en corrillo, cotilleando y mirando mensajes en los móviles y ella se volvió, el aire le retiró el pelo de la cara y se rió; y que me había imaginado un volante que hacía girar a la izquierda mientras sentía que la abrazaba.

Pero sólo le dije:

Nelson, dame el trapo que limpio las ruedas.

17/3/09

Una Experiencia de Aprendizaje...Experiencial

Muchas gracias a Pilar Mamolar por este post. Sería muy interesante poder publicar más experiencias con el aprendizaje experiencial.

APRENDER A EXPERIENCIAR: Y TÚ..., ¿CÓMO CAÍSTE?

Cuando yo era adolescente, tuve la fortuna de tener un novio inquieto. A mi me parecía fascinante casi todo lo que aquel chico me decía. Supongo que a él le intrigaban tanto mis preguntas como a mí sus respuestas y en este estado de gracia, pasamos gran parte de nuestra primera mocedad. Me gustaba tanto lo que decía como en cierto modo el desasosiego que me producía no saber ni por asomo, cómo había llegado a tener un conocimiento al que yo por lo visto no tenía acceso. Un día, supongo que con la insistente y encadenada secuencia de mis preguntas, me dijo por fin: Pilar, aprendemos como a saltos, pero la cosa se produce así, “de repente”. Sospecho que aquel novio mío, tenía una gran capacidad para el insight, esa intuición consciente con la que caemos “de repente”.

Y sospecho que no es casualidad que la pedagogía me eligiera a mí (y digo bien, porque así sucedió, aunque esa sea otra historia) cuando aún la filosofía y las Ciencias de la Educación eran un cuerpo de conocimientos “seccionados”.

Tampoco es casualidad que haya activado nuevamente este recuerdo durante el curso de Coaching con Modelado. Y que en estos días se haya amplificado mi conciencia de “dar significado”.

Por eso, quiero expresar mi gratitud, a los que lo hicieron posible, a Tim que dirigió la alquimia, a mi Grupo: Inma, Helga, Raquel, Jesús Mari, Marta y Fátima, y a todo el equipo de SCT que lo apoyaron.

Antes de participar en los programas, me habían explicado en qué consistía el aprendizaje experiencial. Incluso me habían proporcionado algunas personas de contacto, que me describieron su experiencia (agradezco a A. Iborra ese compartir desde la experiencia). He de decir que incluso después de mis primeras tomas de contacto con el método, tenía mucha más confianza que "insight". Cierto es, que debido a mi primer novio, mis expectativas eran de cierta altura y caída.
En estos días he tenido un mayor acercamiento a lo que para mi significa “a saltos” y “de repente”; y durante el programa, -pero sobre todo después,- la sensación de haber desmenuzado y ralentizado esos espacios entre los “saltos”. También hubo algunas “caídas” o pequeños "insights", nada comparado con lo que puede venir después. Si os gusta el mar, sabréis que hay días en que olas pequeñas preceden a grandes olas. Al principio está todo indiferenciado, el mar, las olas, tú. Luego empiezas a tener conciencia de una cierta secuencia de olas pequeñitas a partir de la cual vendrá una ola grande. En esta sensación de estable inestabilidad estás en la acción, disfrutas, a veces te sorprendes, te dan un revolcón, pero desde luego la cosa es intensa aquí y ahora.
En estos momentos estoy manejando (conectando) con un insight muy intenso o mejor extenso -no sé.., porque aún no domino el nuevo lenguaje del cambio-.

El acceso a nuestros recursos parte de la comprensión de unas cualidades naturales que nos hacen únicos, para nosotros mismos y para los demás. Esa es una progresiva toma de conciencia personal. Esto, que puede parecer una obviedad, se nos olvida a algunos facilitadores aprendices. El acceso a parte de ese potencial y su descubrimiento progresivo es objeto de acción, de reflexión, de aprendizaje y de crecimiento personal. Y probablemente cada uno de nosotros esté en una situación y camino para ese progresivo acceso.
-En este marco y extensión, pensaba yo…-, el aprendizaje experiencial y el DBM, pueden añadir más comprensión, más trabajo de investigación para acceder a esos propios recursos, a los míos y espero que poco a poco pueda hacer lo mismo con otros, junto con otros.
Y eso –también pensaba- es algo que –además de no estar en los libros, (gracias Tim)–, nadie puede hacer por uno y que probablemente tenga una significación especial para cada cual. Ese descrubrir-se y ese crecer, requieren un profundo trabajo de investigación personal. Precisa no haber llegado para llegar cada vez un poco más. Pero a la vez, precisa de gran valor para crear, para ir más allá, para transgredir, desde tu propia esencia, desde tu propio talento. Y todo ello en el respeto y desde el profundo respeto y reconocimiento de ti y del otro.

Sospecho que nada nuevo para muchos y un nuevo sentido para mi experienciar …

..Y todo este insight ocurría mientras paseaba ayer por el Retiro de Madrid. Detrás estaba el Casón, al lado los árboles del Parterre, enfrente, una de las fuentes del parque. De fondo sonaba una música de trompeta en clave de jazz. Casualmente, era una interpretación de las tantas veces interpretada, “A mi manera”1.


Cuando salía de la profunda “caída” pensé que me hubiera gustado tener cerca a ese novio mío para contarle al menos una parte de este nuevo “salto” y que él me hubiera preguntado: ¿Y tu…cómo caíste?

Pilar Mamolar.


1 La versión original de My Way solo mantiene la melodía de la canción, no así la letra que fue re-escrita por innumerables autores desde los años 70.