22/10/09

Definir o Ser Definido 2. El Hecho que Algo Tenga Nombre No Quiere Decir que Exista: - Los Síndromes.


El hecho de que algo tenga nombre no quiere decir que exista.

Como niños, todos hemos pasado por esa “fase” de preguntar constantemente “¿eso, cómo se llama - y eso - y eso?”
Nos lo dicen y sentimos que sabemos algo más. “¡Qué bien!”
Lo curioso es constatar que lo único que hemos hecho en esta interacción es conectar un sonido con alguna manera de representar algo – por saber, no sabemos necesariamente nada más. Y, sin embargo, la sensación es que sí. Nombre nuevo – conocimiento nuevo.

La historia y la vida en general está repleta de ejemplos. La imaginación sirve para crear cosas que no existen y nombrarlas es crucial para poderlas manipular. El hecho de que no haya cocos, hombres lobo, vampiros, flogistón, Papá Noël o la piedra filosofal no quita su importancia como referencias metafóricas a ciertas maneras de estar en el mundo. Culturalmente tienen su importancia.
Otra cosa es cuando la propia manera de nombrar algo – o incluso el propio tipo de nombre que se utiliza - lleve a que se otorgue más credibilidad de lo que sería apropiado a alguna noción – y que eso a su vez conduzca a acciones inútiles o contraproducentes.

El segundo ejemplo en esta mini serie viene provocado por un artículo en “el País Semanal” de un domingo - no recuerdo de qué domingo – de la primavera de 2009. El artículo iba de “los síndromes” e incluía el aforismo en cuestión - “si no tiene nombre no existe”. El escritor buscaba, me imagino, entretener al lector ocioso con ideas desenfadadas y divertidas y, a la vez, algo diferentes de lo cotidiano. El Internet es una auténtica mina de oro para este tipo de ideas. Haces una búsqueda con “google” de “síndromes” y el artículo casi se escribe solo.

Al leerlo, lo que recordé de inmediato eran las similitudes que hay entre algunas maneras de entender la psiquiatría/ psicología y el marketing – aquello de identificar algunas características que tienen en común o que aparecen con frecuencia, buscarle el puntito metafórico para el nombre - y listo.
Es el estereopismo tirando hacia caricatura. Así tenemos el “síndrome de Estocolmo”, el “síndrome del emperador”, el “síndrome de nido vacío”.

Llamar “síndrome” a algo parece darle una pátina de credibilidad a la vez que familiaridad – “ah sí, el síndrome de abstinencia, claro por eso no puedo dejar de fumar”.

Algo de etimología
La palabra “síndrome” viene – como tantas cosas - del griego. “Syn” (o “sin”) que quiere decir junto y “dromein” correr (la misma raíz que está en el “drom” de “hipódromo”, “aeródromo”). Viene a describir cosas que “corren juntos” de hecho “syndromos” como adjetivo ya describía cosas que aparecían juntos.

El hecho que la palabra provenga del griego, sin embargo, no significa que el síndrome tal como lo usamos hoy tenga sus orígenes en el pensamiento helénico.

Algo de Historia
Ahora hacemos un desplazamiento "vertiginoso" en el tiempo. A mediados/finales del siglo 17 - una vez terminada la guerra civil inglesa. Thomas Sydenham, (véase imágen)combatiente en las filas del Parlamento, médico y pensador inglés fue quién, inicialmente, desarrolló el uso de esta herramienta. Y digo “herramienta” más que "palabra" porque lo que él hacia era desarrollar una aproximación a la ayuda humana basada en la observación de lo que de hecho ocurre – más que en la doctrina. Al producto de esta manera de proceder se le llega a llamar "síndrome".

Era un tipo interesante el tal Sydenham. Entre otras cosas conseguía la amistad duradera de algunos de los pensadores y científicos más preclaros de la época – por ejemplo el filósofo John Locke y el científico Robert Boyle. Se cuentan de él más de una anécdota digna de la sensibilidad y profundo sentido “común” del ya legendario Milton Erickson.

Una de ellas me gusta especialmente: A un paciente suyo, caballero de cierto patrimonio y aquejado de hipocondría le dijo al final que no podía hacer ya más por él pero que había en Inverness (muy al norte de Escocia y por tanto muy lejos de Londres) un tal Doctor Robertson que era especialista en casos como el suyo. El caballero emprendió el viaje lleno de entusiasmo y esperanza que luego se convirtió en rabia al descubrir que no había ningún médico por ese nombre en dicha ciudad. Entonces volvió a Londres, cabreado pero aún así curado de su dificultad.
El gran aporte de Sydenham a la ciencia era tomar las enfermedad tal como se presentaban naturalmente y hacer un cuadro completo de las características objetivas de cada una. Su idea era que una enfermedad puede identificarse por sus síntomas. Todo un paso en adelante en el siglo 17. Lo que planteaba Sydenham era observar lo que ocurría con una relativamente gran cantidad de pacientes y agrupar lo que se observaba partiendo de la idea de que las enfermedades tenían tipos identificables de forma similar a las especies de las plantas y los animales.

A esta agrupación de síntomas se le da el nombre de “síndrome”. Es una manera de decir que se ha identificado algo que ocurre pero no por qué (que tendría más que ver con la etiología) ni cómo (más patogénesis). Metafóricamente “hemos observado esta banda de maleantes juntos pero no sabemos que planean ni qué posible beneficio encuentran en estar juntos”.

Es decir que en la organización e identificación de diferentes enfermedades – la nosología por darle un nombre– el síndrome es – por así decirlo una etapa por el camino. Es la etiqueta que se da al resultado de agrupar las “características” ocasional o eventualmente diferentes - previo a poder identificar en firme y poder establecer el origen o los orígenes de la enfermedad en cuestión (la etiología) y cómo funciona (la patogénesis). Pero, claro le damos un nombre y es como si existieran dos cosas nuevas – la enfermedad y, además nuestro conocimiento de ello.

En el marketing se entiende que este nivel de detalle baste para identificar grupos de cierto poder adquisitivo, dinero disponible o intereses. Los famosos acrónimos YUPPY, SWELL, DINK etc. son formas “taquigráficas” de hacer referencia a una agrupación de personas por algunos comportamientos o clases de comportamiento que tienen en común.

Pero hay una cosas añadida. El acrónimo - el “síndrome” del marketing - además de descriptivo, divertido, entretenido y, aparentemente, real es muy prescriptivo. A medida que fuéramos hablando de "yuppies" o "dinks", aparecían más:- el mundo se poblaba de yuppies como se llena de mujeres embarazadas cuando una está en cinta.

Luego están los “síndromes” psicológicos - el síndrome tipo “síndrome de Estocolmo” - que realmente no es un síndrome en el sentido nosológico. No es una agrupación de diferentes evidencias naturales de algo que está ocurriendo orgánicamente.
Enotnces ¿Qué es? Es evidente que algo existe – pero ¿es un síndrome? ¿importa si lo es o no lo es? ¿Importa si alguien se apropia de la credibilidad científica para darle un aspecto más compacto, creíble y “sexy” a una noción plausible? Pues sí, creo que sí importa. Más de esto más adelante.

4 comentarios:

Pilar Mamolar dijo...

Hola Tim. Interesante tu segunda entrega de “Definir…” Además de curiosear sobre la historia de “los síndromes”, tu post me sugiere pensar en habilidades (debe haber aquí algún sesgo mío). Nombre nuevo – conocimiento nuevo… quizá como los niños estemos aún como sociedad en un estadio representativo de las cosas y ante la diversidad respondemos nombrando, atesorando…. Representar las cosas puede que no esté mal, si luego fuéramos capaces de deconstruirlas, de cuestionarlas, de transcenderlas. Aunque para eso se necesiten habilidades muy diferentes, desde clasificar y obtener a probar e investigar. Creo que algunas las potenciamos más, desde la educación por ejemplo y otras muy poco. Creo que luego se hace muy evidente tal desequilibrio en muchos ámbitos y disciplinas. Y desde luego importa. En la gestión empresarial y en desarrollo organizacional hay mucho deseo de lo primero y mucho menos interés por lo segundo. Estaré atenta a más de esto más adelante.
Un abrazo,
Pilar

Tim Ingarfield dijo...

Hola Pilar
Gracias por tu comentario.
Efectivamente en el proceso de modelar, antes de clasificar es necesario agrupar de alguna manera. Agrupar supone incluir ciertos elementos pero no tanto excluir. La utilidad de agrupar es que es, precisamente fácil de desconstruir.
Metafóricamente, la clásica dificultad que tenían los jefes de las milicias tribales (fuese en las Tierras Altas de Escocia o en el Desierto de Arabia) era conseguir que siguieran luchando una vez conseguido un botín y llegada la época de vuelta a casa. Eran bandas de hombres pero no estaban obligados o acotados por más que un sentido relativamente efímero de "lealtad". Un ejército, en cambio, siempre ha sido difícil de desbandar y por tanto considerado históricamente como una amenaza social.
El ejército es una entidad nueva mejor para algunas cosas peor para otras.
Un abrazo
Tim

Anónimo dijo...

Hola Tim:Muy interesante el articulo ¿Definir? en mi cabeza noto que va emergiendo preguntas como ¿Que naturaleza puede tener el definir algo? ¿ Es solo el conocimiento de una etiqueta?¿Que más hay?¿Que naturaleza tiene la cosa definida? ¿ Se mantiene igual en todo momento?¿actualizamos la cosa o cosas definida?.
¿Puede existir algo que no se haya definido/ nombrado?¿El fenomemo de la gravedad existia ,antes de que fuera definido por esta etiqueta( gravedad)¿ Que puede significar para que nos puede servir eso?.
.....
Gracias .Un abrazo Lourdes

Tim Ingarfield dijo...

Hola Lourdes
Gracias por tu comentario. Quizá sea interesante mantener una diferencia entre definir y otros procesos relacionados como pueden ser describir, identificar, clasificar o incluso conceptualizar.

Un abrazo
Tim